Llegué al aeropuerto y todo el mundo me estaba esperando, dios que mayor estaba mi hermano, ya me podía coger en brazos y mis padres se pusieron a llorar. Yo también me puse a llorar y lo vi… estaba apoyado en un banco, con una chaqueta aquera y el pelo despeinado, estaba guapísimo, fui corriendo hacia él y le di un beso. Por fin podía sentir de nuevo su olor, sus brazos protegiéndome y sus labios con los míos.
Comimos fuera y por la noche me fui a mi casa, con mi novio, no me lo creía todavía.
-Te he echado tanto de menos…
-Y yo a ti princesa…
-Por fin estamos nosotros dos juntos.
-Si, por fin.
Dejé las cosas en la habitación y fui corriendo al salón para estar con él, en el sofá empezamos a besarnos dulcemente y después de tanto tiempo nos hicimos uno…
Me desperté a las doce y Miguel estaba viendo la televisión.
-No me creo que estés aquí.
-Pues aquí me tienes.
El me sonrió y me dio un beso en la mejilla estuvimos viendo la televisión hasta la hora de comer que pedimos unas pizzas, no salimos de casa para nada, no tenía ganas de nada, sólo de estar junto a él y sentirme la chica más afortunada del mundo….
El móvil no paraba de sonar, me tenía loca a si que lo apagué.
La semana siguiente era nuestro aniversario hacíamos tres años.
-Felicidades amor.
-Felicidades princesa.
Le besé y me fui a ducharme, Miguel entró y se duchó conmigo, me encantó.
-Toma te voy a dar tu regalo.
-Ok.
Le di un paquete y tenía una camisa que vio en una tienda y degustó mucho.
-¡Gracias! ¡Me encanta!
Miguel se fue a la habitación y trajo una bolsa.
-Toma, este es el tuyo.
Era un traje súper bonito, me encantaba.
-¡Gracias!
Ese día nos fuimos a comer y luego nos dimos un pasero por Madrid.
Cinco años más tarde, no me creía que siguiéramos juntos y que yo estuviera igual de enamorada que el primer día.
Era el día de nuestro aniversario y Miguel se había ido a trabajar a si que decidí arreglar un poco la casa, llegó a la hora de comer yo le puse unos espaguetis a la carbonara ya que era su comida favorita.
-Tengo que darte tu regalo.
-Y yo el tuyo.
-Yo te lo doy primero.
-Vale.
Me fui corriendo a la habitación y le traje una caja enorme, de una televisión de plasma, siempre se estaba quejando de que la televisión que teníamos era una mierda a si que le compré la mejor que había.
-Bueno, me toca, quiero que sepas que digas lo que digas no pasa nada.
-Vale…
No sabía lo que era y estaba nerviosísima, se puso de rodillas y me enseñó una caja de terciopelo azul.
-¿Quieres casarte conmigo?
Me quedé paralizada, el amor de mi vida me había pedido que me casara con él.
-¡Si! ¡Te quiero!
Me puso el anillo y me besó, el anillo tenía un diamante, era precioso. No me lo podía creer, me iba a casar. Llamé a todo el mundo, todos se pusieron contentísimos.
Mi madre me ayudó a preparar la boda, solo tenía un año, me iba a casar en un hotel de cinco estrellas con un traje echo a medida y con el hombre de mis sueños.
Me despertaría todos los días con él al lado y sabría que nunca me defraudaría porque era mi esposo.
La semana de antes era mi despedida de soltera me lo pasé genial, me subieron al escenario y todo, yo me morí de vergüenza.
Cuando llegué Miguel estaba dormido en el sofá yo le desperté y se notaba que estaba “contento” porque me tiró encima suya y empezó a reírse.
-Venga vete a la cama anda.
-No… quédate aquí conmigo abrazaditos…
-Miguel por favor…
-Vale…
Se fue a la cama que casi no se podía tener en pie. Yo me cabreé un montón, porque vale que fuera su despedida de soltero pero también fue la mía y no he llegado así.
Al día siguiente casi no le hablé, aunque me pidió mil veces perdón.
-Por favor, Cris sabes que no quería.
-Vale, muy bien.
-No te enfades.
-No estoy enfadad.
-Vale pues dame un beso.
-No tengo ganas.
-Mira, yo ya te he perdido perdón.
Se giró y yo e agarré del brazo.
-Tienes razón, lo siento.
Me puso la cara para que le diese un beso y se lo di.
-Venga te ayudo a preparar la comida.
-Ok.
Nos sentamos a comer, Miguel estaba guapísimo, me miró y se levantó, me cogió en brazos y me llevó a la habitación.
-¡¿Miguel que haces?!
-Tendré que ensayar para nuestra noche de bodas ¿no?
-Por Dios Miguel, no me vuelvas a pegar esos sustos.
-Vale, vale…
Se tumbó a mi lado y me dio un dulce beso en la barbilla y se quedó mirándome.
-¿Qué miras?
-Lo guapa que eres.
-Ya lo sabía…
Yo le sonreí y me besó, era todo perfecto, sólo quedaba una semana para mi boda, me iba a casar con el hombre que más amaba en el mundo y por supuesto iba a tenerlo siempre a mi lado.
-Princesa, ¿te puedo preguntar una cosa?
-Dime.
-¿Crees que esto va a durar para siempre?
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