Me duché y nos fuimos al aeropuerto, estaba todo el mundo, mi familia, David, Xavier, Raúl y… no me lo podía creer, Fede…
-Hola.
-¿Qué haces aquí?
-Parece que al fin estás con tu alma gemela.
Miguel se cabreó.
-Mira capullo vete que tú no pintas nada.
-Déjalo Miguel, por favor.
Nos dirigimos a mi familia.
-Mi niña, come por favor, y cuídate que allí hace mucho frío.
-Que si mamá.
-Estudia que esto solo ocurre una vez en la vida.
-Lo sé papá.
Mi hermano se puso a llorar y me abrazó.
-Te quiero aunque nos peleemos.
-Mi enano, yo si que te quiero.
Y llegó el momento que no quería que llegase, despedirme de Miguel.
-Adiós.
-No digas adiós, di hasta luego.
Yo le sonreí y le di un beso largo y dulce. Me dirigí al avión temblando, y no podía aguantar más a si que me puse a llorar.
Tardé casi dos días en llegar Estados Unidos, a Nueva York para ser más exactos.
Me fui a un estudio, era pequeño pero estaba bien, no había momento en el que no me acordara de Miguel.
Me enviaba unas cartas preciosas.
Mi princesa:
Te echo mucho de menos y no puedo pensar nada más que en ti, sé que te prometí que no lloraría pero no puedo, espero que te los estés pasando bien y que estés estudiando porque cuando llegues me vas a tener que enseñar inglés, te quiero mi vida.
Miguel.
Mi niño
Yo si que te quiero porque eres lo mejor que me ha pasado. Yo también me he acordado mucho de ti. No llores más por favor que me haces el corazón trizas.
Siempre tuya, Cristina.
Te quiero.
Esas dos palabras lo significan todo para mí todo… tu sonrisa me ilumina el camino y estoy deseando que vuelas a mi lado y poder abrazarte para que nunca más te alejes de mí.
Miguel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario